¡CUMPLIÓ 102 AÑOS DE VIDA!
Desde la edad de 12 años don Benito Villegas Muñoz empezó a cultivar la tierra. Las necesidades de entonces lo orillaron a ello y además ese ha sido su medio de sustento. Ama la vida campirana del mismo modo con que amó a su mujer, doña Martha Ávila Camarena, a quien conoció siendo también un adolescente.
De tez morena y complexión delgada, don Benito nació el 11 de julio de 1912; por eso estuvo de plácemes el pasado viernes. Su familia le organizó un sencillo convivio y recibió muchísimos abrazos de sus hijos, nietos, biznietos y tataranietos.
La lucidez de su mente es envidiable. No le es difícil recordar fechas ni nombres. A todos conoce, aunque a veces se dirige a ellos por su apodo.
El segundo de los ocho hijos que procreó el matrimonio conformado por Francisco Villegas Gómez y por Juana Muñoz Valenzuela, Benito ha sido protagonista de los hechos pretéritos más importantes ocurridos en la localidad de Marquezado, donde ha vivido siempre.
Con mucha claridad recuerda por ejemplo la época en que se construyeron las vías del ferrocarril. Tendría entonces don Benito ocho o diez años, “La compañía contrató mucha gente y traían la tierra de aquel lado del Ceboruco para hacer los bordos”, señala, fijando su vista hacia el norte, en dirección al Volcán.
Los adultos ganaban por jornal un peso con cincuenta centavos, “pero a los chiquillos nos pagaban 25 centavos y yo solamente iba con un aguijón”, recalca, refiriéndose a un instrumento de madera que en aquellos tiempos se utilizaba para cargar tierra o arena.
De igual forma rememora los tiempos en que se construyó el pequeño templo del lugar, e indica que una de las principales promotoras de esta obra fue doña Juana, su señora madre, junto con otras hacendosas mujeres, como Chayo y Mariana Bernal, quienes vieron la necesidad de construir ese recinto religioso, justo en el sitio donde se oficiaban las misas, bajo una ramada.
Con el apoyo de un albañil proveniente de Jala – recuerda don Benito – las mujeres se iban a trabajar allá junto al río cargando con sus chiquillo. Ahí hacían adobes y desde allá los traían cargando para construir la capilla. Todo eso – dice, apuntando con su índice derecho – era un guamuchilar. Nomás estaba la Calle Real. Éramos pocos aquí en el rancho».
No recuerda el día exacto en que se casó, pero afirma que fue en la época en que se cerraron los cultos, un tanto a escondidas debido a la represión en contra de los Curas.
A su esposa Martha – tal y como se señala líneas atrás – la conoció siendo un adolescente. Ella había llegado a Marquezado procedente de Santa Cruz de Camotlán. Sus abuelos – de don Benito – le dieron cobijo y fue entonces que iniciaron una relación.
Hombre bragado, joven aún pero un tanto “coquetón”, don Benito presume de haber tenido tres novias al mismo tiempo. Una de ellas radicada en un rancho conocido como “Las Trancas”, otra en Tetitlán; y Martha; pero fue con ésta última con quien decidió unir su vida, procreando a 10 hijos: Petra y Victorino (ya fallecidos), Carlos, María Guadalupe, Honorato, Francisco, Carlota, Julián, Pablo y Georgina, todos de apellidos Villegas Ávila.
De pequeño sus padres lo enviaron a Ahuacatlán a casa de su tía Macedonia; esto es con el propósito de que acudiera a una escuela. Solamente dos años pudo asistir a clases, porque al cumplir los 12 fue requerido por su padre para que ayudara en las faenas del campo. Desde entonces – tal y como lo señalamos al principio – se enseñó a cultivar las tierras.
Don Benito enviudó hace alrededor de 10 años. Ahora es atendido por sus hijos; y fueron ellos los que organizaron este festejo por sus 102 años de vida, ¡Bien vividos por cierto!
Discussion about this post