- Moneros de la región excavan y encuentran objetos prehispánicos y osamentas.
- El tiempo se acorta para que las obras de la autopista sepulten todo.
AHUACATLÁN.- Este sábado pasado un vehículo oficial del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) cruzó el camino al volcán para llegar al sitio arqueológico del que ya se ha hablado en este portal de noticias.
Allí descendieron un grupo de expertos que han intensificado los trabajos de exploración, mecánica de suelo, y otras técnicas que sólo ellos entienden.
El Regional del Sur nuevamente tomó registro de lo que se está haciendo por parte de la dependencia federal. Nuevas excavaciones evidencian los vestigios de un pueblo prehispánico cuyo valor, como lo escribió el arqueólogo Francisco Samaniaga, se desconoce. “Puede ser que no se trate de un sitio subestimado, sino sobreestimado”, refirió cuando hizo algunas precisiones a las notas que hemos publicado.
Ahora, en el pórtico del sitio, entre el tallo de un frondoso árbol enraizado a una roca, el INAH colocó una lámina donde se puede leer acerca de este “sitio arqueológico” con acceso restringido y considerado “patrimonio nacional”. Lo cual habla de los trabajos serios que los investigadores hacen conforme lo establecen las propias leyes de la materia; pese a que Samaniega argumente que “la primera institución encargada del patrimonio municipal de Ahuacatlán lo constituye la propia municipalidad del lugar”; agregando que “en vista de ello, son los propios habitantes de cada municipio los primeros responsables de los bienes patrimoniales de su jurisdicción para que, en seguida y en orden de pertinencia – dijo – corresponda a los gobiernos estatal, federal y las instancias internacionales dicha labor… y no a la inversa”.
Y es con base en este juicio precisamente que hace poco un grupo de ahuacatlenses decidieron ir al lugar, platicar con una veintena de moneros que han extraído decenas de esqueletos y figuras prehispánicas, para que se sepa en la comunidad de Ahuacatlán de lo que este lugar podría significar.
Ellos se introdujeron a las tumbas de tiro, que están entre 5 y 7 metros de profundidad, para luego entrar por el nicho que conduce a las cámaras donde se resguardaban los objetos más preciados por nuestros antepasados. Allí estaban las osamentas, con los cráneos y dientes para que, si se quiere, podamos conocer en base a los avances tecnológicos, cómo eran físicamente y a qué se dedicaban los primeros pobladores de Ahuacatlán.
Estas cámaras tienen cuatro metros cúbicos, suficientes para que quepa un hombre parado, en las entrañas de la tierra. Se dice que en la necrópolis, ‘saqueada desde 1960 por moneros de la región’, hay decenas y decenas de ellas. De hecho, un viejo monero que aprendió a descubrir estas cistas con un método tradicional que aprendió de su padre, dijo que está dispuesto a hacerles a las autoridades un croquis de este panteón prehispánico.
Pero no. Quedan dos semanas para que se tome una resolución final. O la autopista sepulta lo mucho o lo poco del sitio, o lo rescata en su totalidad replanteando el trayecto carretero de la carretera Jala – Vallarta. La otra alternativa que proponen algunos líderes de opinión en Ahuacatlán es que la autopista pase por arriba del sitio sin alterar los vestigios.
Como sea, siempre es preferible un desengaño que decepcione a una incógnita perenne. Los arqueólogos trabajan en un ‘sitio’ que de algún modo o de otro fue cuna de una civilización que no conocemos y que puede estar sepultada por las diferentes erupciones volcánicas; y ahora, por el impulso de la modernidad y del mercantilismo.
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