UNA TRADICIÓN DE CASI 90 AÑOS
Entre las distinciones que más se mencionan en otras latitudes sobre Ixtlán del Río, destaca una que lleva arraigada casi 90 años, producto del emprendimiento de Blas Ruíz Villanueva, quien en 1926 comenzó vendiendo las famosas nieves de garrafa, bocadillo típico de este terruño.
Ahora su hijo, Crispín Ruíz Leonor, guarda el legado invaluable de esta tradicional fórmula para la preparación del mejor postre que se ha probado en el pueblo, y que don Blas obtuvo de un viejo amigo de Ocotlán, Jalisco.
Girando incesantemente la garrafa sobre una barrica de madera con hielo y sal, Crispín relata que su padre se montaba sobre la cabeza una cubeta cuadrada de un bote alcoholero para comenzar a vender la nieve hecha escarcha entre los moradores de Ixtlán, en la segunda década del siglo pasado.
Para 1939, cuando don Blas ya había prosperado, les llevaba nieve a los ferrocarrileros que trabajaban con ahínco en la construcción de las vías en Plan de Barrancas. Así comenzó la historia que hasta hoy perdura en la finca marcada con el número 110 poniente de la calle Zaragoza. En la nevería “La Quinta Ruíz”.
Es esta edificación antigua precisamente donde se constituyó, según Crispín, el primer centro social de Ixtlán. Propiedad de Guadalupe Ruíz Villanueva, La Quinta Ruíz fungió por mucho tiempo como mesón, donde los caballerangos que viajaban en las antiguas diligencias hacían sus paradas para descansar.
Posteriormente este local serviría para congregar a parejas de matrimonios o novios que gustaban del baile y la música que se tocaba en las antiguas consolas.
Fue en aquella época cuando los hermanos Ruíz, entre ellos Vicente, establecieron la primera nevería por la calle Hidalgo, frente al portal largo de la presidencia municipal que se llamó “Al Río”… No pasó mucho tiempo cuando se construyó la carretera y tuvieron que mudarse a un local interno de los portales al que le pusieron “El Rhin”, donde se expendían refrescos y otro tipo de bebidas. Además de incorporar al negocio lonches para los campesinos.
Mientras se sostiene de su bastón, Crispín, quién en noviembre cumple 80 años, evoca que después las cosas no anduvieron del todo bien, pues su tío Vicente le cedió el puesto a Jesús Peña, o “Chuyín”, teniendo desde entonces algunas fricciones con los puestos que llevan su apellido en la plaza de armas.
El caso es que él, desde donde está, ha sido fiel a la tradición de sus ancestros dejando a su hijo, Crispín Manuel Ruíz Flores, con el encargo de continuar con el negocio por la calle Zaragoza, donde a diario se preparan nieves de todos los sabores de la fruta de temporada…
Fórmulas que Crispín ha ido elaborando y guardando en su memoria; desde la vainilla, hasta la fresa, la yaca, nuez, tuna, pitaya, coco, jamaica, guayaba, cebada, café, carambolo, arroz, cacahuate, chocolate, guanábana, mango, papaya y los besos de ángel, que es una combinación de frutas especiales. ¡Y más, muchas más! No por nada 72 años en la elaboración de nieves de garrafa lo convierten en el pionero de este bocadillo excepcional.
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