Jesús Martínez es un jornalero de 40 años de edad, originario de San Pedro. En la actualidad tiene a tres hijos y una esposa qué mantener. Gana entre mil y mil 200 pesos a la semana.
Él no terminó sus estudios del nivel básico; llegó hasta el tercer grado de primaria. Los motivos por los cuales no pudo continuar estudiando, fueron de tipo económico… “Lo que pasa es que éramos ocho hermanos y pues mi padre no podía con todos”.
Sin embargo, Jesús no quiere que el destino de sus hijos sea el mismo que el de él. Todos ellos estudian; uno de ellos la secundaria, la menor en primaria y la mayor cursa el tercer semestre de Contabilidad, en el CBTis 27.
El año pasado Jesús decidió cruzar el otro lado. Su destino: Los Ángeles, California. Junto con otros migrantes, Jesús se trasladó de Ixtlán hasta la frontera de Tijuana. Su sueño solo duró unas horas. Fue detenido por la “Migra”.
Buscaba proporcionar a su familia los recursos suficientes para que sus hijos sigan estudiando. En la actualidad está desempleado. Trabaja de manera eventual.
“Aquí en Ixtlán no hay trabajo y las autoridades no hacen nada para que haya empleos. Aquí uno apenas gana para mal vivir, ahí para lo que va saliendo de día”.
Luego de permanecer tres meses preso, las autoridades de aquel país lo deportaron. “Me fui como desde septiembre del año pasado y regresé los últimos de diciembre”.
Al momento justo de cruzar de regreso la frontera estadounidense, Jesús, junto con otros amigos, decidió tratar de conseguir empleo allí. Lo logró, pero los altos costos de renta, comida, más lo que mandaba a su familia, le resultaba lo mismo que obtenía acá en Ixtlán.
Regresó junto a sus seres queridos. Después de bajar del camión, se trasladó a la colonia El Chaleco, donde tiene su domicilio. Sus hijos y su esposa lo recibieron con entusiasmo. “Es mejor ganar lo poco que se tiene pero aprovecharlo con tu familia”.
Desde su llegada todo ha sido más difícil que nunca. El trabajo no llega, se busca pero no hay. Todos los días sale de su casa para “chambear” de lo que sea. La desesperación llegó.
Hace unos días, su hija mayor, le solicitó 300 pesos para una actividad escolar; “Tuve que pedir prestado otra vez para resolver el problema de mi muchacha”, dice preocupado.
Lo preocupante para Jesús, es que para el viernes 20de junio de este año, tiene que pagar mas de diez mil pesos a una prestamista; el mismo que le facilitó el dinero cuando quiso probar suerte en los Estados Unidos.
“Hasta el momento no tengo nada para eso que debo”, dice. Sin embargo lo que más le aflige ahora es la posibilidad de que su hija se quede sin estudios por sus problemas económicos; “Me daría mucha lastima; ella tiene muy buenas calificaciones y no sería justo “sacarla” de la escuela por no tener dinero para costearle sus estudios”, dice al final.
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