En la presente administración, El Chato Muñoz y El Pelón Bañuelos renovaron las placas que identifican las calles de Ixtlán del Río y Ahuacatlán, respectivamente. Un asunto que en su tiempo desató polémica debido a que en dichas placas – en color azul -, aparece el logotipo de la Caja Popular Mexicana.
El caso es que pese a este reacomodo, los habitantes, y con mayor razón los visitantes, se pierden en el horizonte cuando tratan de llegar a un domicilio que tiene denominación y número.
Si lo que se quiere es llegar a la casa de Chonita y don Panchito, tal vez preguntándole a Maricruz la de la tienda, nos pueda mandar a tres cuadras de El Güero el tablajero, quien vive a tres puertas de la casa de dos pisos con un zaguán negro, que corresponde a este matrimonio. (?).
Las referencias no pueden ser más claras que el agua del canal del Ataquito, pero es un dislate cuando se supone que las autoridades han prescrito una nomenclatura para delimitar el norte del sur, el oriente del poniente, el barrio del salto del fraccionamiento El Pinar, la finca marcada con el número 24 de la que tiene el número 239.
Por desgracia, ni los habitantes hemos adquirido la cultura de fijar el número que corresponde en la fachada de nuestras casas, ni las autoridades de ordenar dicha numeración.
¿Podría creer que hay casas de la calle Morelos o Zapata que tienen el mismo número? ¿No son Ixtlán y Ahuacatlán consideradas como ciudades desde hace tiempo? ¿Entonces por qué se siguen expidiendo recibos o pagos del predial en calles ‘sin nombre’ y con ‘número 0’ ó ‘conocido’? ¿Conocido por quién?
Mientras que las autoridades municipales se deciden a poner en orden la nomenclatura, por nuestra parte seguiremos mandando al turista a tres cuadras de la carpintería “El Cabezón”, para que doble hacia la derecha y busque la casa de doña Mari, que tiene un árbol de nanchi en la calle donde amarra la mula su esposo Pedrito.
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