A finales de los años 70´s constituimos el legendario equipo de fútbol conocido como “Los Panaderos”. Se llamaba así en virtud de que la mayoría de los jugadores profesaba este noble oficio, de la harina y el royal, de la levadura y la manteca vegetal.
Severo Jacobo, “El Loco” Bolaños, Jorge Solano, Rogio Carranza, Luis H. Nieves y un servidor laborábamos entonces en la Panadería La Sin Rival, pero el equipo se complementó con otros noveles jugadores, contándose entre ellos a los hermanos Chago y Martín Hernández, Toño Jara, Pedro “El Pita” López Zepeda, Chelino Ramos, Manolo Andalón, Miguel “El Zuno” Arciniega y José Rodríguez, entre algunos otros.
A principios de la temporada, en 1979, nos enfrentamos al legendario equipo del Arietes, de Ixtlán del Río, donde militaban Juan José González, David y Gerardo Parra, así como otros habilidosos futbolistas que hicieron historia.
El marcador, casi para finalizar el partido, era de un empate, un gol por cada bando, pero una falta dentro del área obligó al árbitro Jesús Flores a decretar el penal a favor de nosotros. Decidimos que fuera Chago el cobrador de la pena máxima, y éste sabía que si anotaba resultaríamos vencedores, y esto representaría nuestro pase a la gran final; pero lamentablemente falló y nos quedamos en la raya. No pudimos clasificar.
Chago regresó a su casa aplastado, triste, avergonzado, pero durante los días subsecuentes optó por practicar tiros libres y penales durante casi una hora por día.
Durante el campeonato siguiente, logramos nuevamente colarnos hasta los primeros lugares, ¡Y que se repite la historia del torneo anterior!, ¡Y con el mismo equipo!… Íbamos cero a cero y una falta fuera del área colocó a los Panaderos en otra oportunidad para ceñirse la corona de campeones.
Chago pidió tirar el tiro. Se colocó a dos metros del balón y lanzó su disparo justo al ángulo superior derecho de la portería, ¡Qué golazo!; pero además de todo, con ellos nos coronamos campeones.
El fracaso del torneo anterior no doblegó a Chago; al contrario, le dio más fuerzas para emplearse a fondo. No se dio por vencido y con tesón convirtió a los Panaderos en campeones.
Un claro ejemplo de lo que es el esfuerzo, porque la vitalidad se revela no sólo en la capacidad de persistir, sino en la de volver a empezar. ¡El éxito es posible!
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