Gasligth en acción, pues en apariencia el debate y el punto de fricción de la opinión pública estriba en las ideologías que defienden los conservadores o los liberales; postulados que abandera la izquierda o la derecha; principios de la agenda que promueven los oficialistas o la oposición, y quizás hasta temas noticiosos que se discuten en círculos más laxos como entre chairos y fifis.
Sin embargo la volatilidad con la que bandea los temas de interés y los focos de atención, la incertidumbre que se percibe de la información emanada de la autoridad o su equivalente moral, la compleja dinámica de la hipercomunicación, referida trivialmente como “Infodemia”; es tanta y de muy poca calidad; ambivalente, confusa, etérea, bipolar que generan escenarios muy ambiguos para el intercambio de opiniones; y si a esto le sumamos la difusión masiva, terminan por inhibir cualquier esquema de pensamiento crítico ya que ni siquiera existe tiempo y preocupación para la reflexión.
Esta realidad del mundo V.I.C.A (volátil, incierto, complejo y ambiguo) genera las condiciones para establecer paralelismos entre lo real, lo importante, lo urgente, lo trivial, lo efímero y lo perverso, pues como propone Zygmunt Bauman la sociedad tiene un culto de la satisfacción inmediata que evitamos cualquier acción que nos sugiera desgaste, como pensar.
Y los políticos: ¡Lo saben! ¡Lo saben! Tanto es así, que el eje rector de toda agenda pública de hoy en día basa su narrativa en cualquier tema que apele emoción y no así a la razón. Que provoque, que distraiga a como dé lugar el escrutinio público de lo que no se domina, a los terrenos estériles para iniciar debates.
Y si bien esto no es nuevo en la gestión de comunicación social y le sirva a los gobiernos fijar el “spin” y llevar ventaja en el debate público, pues basta recordar los 11 principios de Goebbels o las 10 estrategias de Noam Chomsky con las que se induce a la manipulación de masas; si hay algo relativamente moderno, y es la construcción de una realidad ficticia, que se construye a partir del discurso y la narrativa que se sostiene en la repetición constante y permanente de lo que se afirma.
Michel Foucault decía que el discurso no refleja la realidad, sino que la construye. En este sentido no buscaba mostrar la verdad o falsedad de las proposiciones, sino los “regímenes de verificación” referidos al contexto y a las estructuras que permiten que un discurso se acabe convirtiendo en verdad, una verdad de masas a través del abuso de un concepto moderno denominado como: “posverdad.”
[su_panel shadow=»0 0 10px rgba(0, 0, 0, 0.25) inset»] El neologismo “posverdad” o verdad emotiva, “Post truth“, permite describir una forma actual de crear y modelar la opinión pública donde los hechos objetivos tienen menos capacidad de influencia que la apelación a las emociones y a las creencias personales. Es decir, que lo que nos hace sentir lo que pasa es más importante que lo que realmente está pasando. [/su_panel]
En sentido estricto, esto no es nuevo, pues desde que se implementó el marketing en aspectos electorales se prefiere apelar a las emociones más que a las razones, principios básicos, lo que si causa oprobio es que en la búsqueda de generar esa emoción no se cumpla con los requisitos de la verdad, es decir, que lo que se comunica, con los recursos con los que se debate ya no corresponden a la realidad.
Usted, apreciable lector puede verificar mis afirmaciones pues existen realidades paralelas, entre los que ven y sienten una crisis sanitaria, y los que aseguran que los picos y récords de contagios son cosas normales, entre los que piensan que la realidad es más severa de los que se reporta y los que aseguran haber domado la pandemia.
Existe la tesis y la antítesis pero no llegamos a la síntesis de nada, entonces en esta espiral de la información, no hay debate que contraste ideologías, no hay identidad ni congruencia entre los bandos políticos más cuando ya se invocó a esquemas decimonónicos de liberales versus conservadores, el debate no estriba en las ideas esenciales de ética o moral, no tiene sus fundamentos en preceptos técnicos y científicos de la academia, pero pulula la cientificidad máxime si ofrece inhibir las refutaciones por la carencia de conocimientos técnicos.
El debate tampoco está en lo más esencial de la filosofía, entre El Ser y el Deber Ser, entre la bondad o maldad, entre los medios o los fines, la utilidad pública y el bien común, etc.
En fin, tal parece que el debate está entre los que buscamos cooperar con la verdad y quienes buscan fabricarla.
Urge cambiar la dinámica por el bien de todos.
Referencias:
Biblia católica. (s.f.). biblia católica. Recuperado el 17 de junio de 2020, de https://www.bibliacatolica.com.br/el-libro-del-pueblo-de-dios-vs-neo-vulgata-latina/iii-juan/1/
Bauman, Zygmunt. ‘Modernidad líquida’. Ed. Fondo de Cultura Económica. México DF (2003)
Foucault, Michel, Alvarez-Uría, F., & Varela, J. (1992). Microfísica del poder. La Piqueta. Disponible a [Consulta 15 març 2017] capítol “Verdad y Poder” pàg. pàg.175- 189
The Oxford Dictionaries Word of the Year 2016 is post-truth.
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