Coincidencia o qué sé yo. Fecha y hora similares. Cita en pediatría para “chequeo” de Erik mi nieto. Centro Médico de Occidente en Guadalajara. Viernes 26 de enero, justo a dos años de haberse realizado el trasplante de mi esposa. Por eso y luego de haber cumplido la primera de las misiones nos apersonamos en el cuarto piso del Hospital de Especialidades.“¿hacia dónde van?”, nos dijo el guardia. Sabiendo cómo se las gastan, haciendo uso de la experiencia y aplicando un poco de psicología me aventé una “mentira piadosa”: “Ella es trasplantada y vamos a Nutrición”, le contesté. “¨Pasen, pasen”, señaló el uniformado.
Fue más bien una verdad a medias, pues al afirmar que mi esposa era trasplantada, no mentí; pero sí pudimos engañar al guardia al decirle que íbamos a Nutrición.
Tuvimos suerte, pues el elevador no tardó mucho en abrirse y en escasos minutos nos vimos de pronto en el cuarto piso. Busqué a Gina, la Trabajadora Social y encargada del control de trasplantes. Deseaba platicar con ella y reiterarle nuestro agradecimiento por el apoyo que recibimos de su parte durante el año y 4 meses que duró el protocolo; desde el 10 de octubre de 2014 al 26 de enero del 2016.
Gina no estaba; pero en su oficina nos topamos con varios nefrópatas que deseaban empezar su protocolo del trasplante o que habían acudido a ese espacio para darle continuidad a sus trámites iniciados.
Le echamos un vistazo a los cuartos 412 y 413, ahí donde habían permanecido Bethy Arvizu y mi esposa alistándose para el trasplante, siendo entonces que rememoré también las peripecias que pasaron ambas antes de ser conducidas al quirófano; mis angustias, mis temores, los sobresaltos que pasé aquella mañana del 26 de enero del 2016. El desmayo que sufrí en el quinto piso producto de algunos contratiempos surgidos de última hora.
Recorrimos unos instantes los pasillos. Nos detuvimos unos momentos en la puerta del quirófano y en la de cuidados intensivos. Traje a mi memoria las figuras de los doctores Pinillos y Gerardo García, los galenos que se hicieron cargo de extraer el riñón izquierdo de Bethy y de implantárselo a mi esposa.
Recordé las palabras de Bethy cuando era trasladada a la sala de recuperación: “¿Y Tachita?, ¿Está bien?”, habría dicho esta mujer que, sin ser familiar, decidió donar esa pequeña pero vital parte de su cuerpo; por altruismo, por generosidad, por humanismo y por los designios de Dios.
Su obra quedará para los anales de la historia, digna de plasmarla en un marco especial. Ejemplo vivo del benevolismo, de esos que casi no existen en este mundo terrenal.
Dos años hace de aquel memorable episodio. Setecientos treinta y tantos días. Por eso decidimos subir al cuarto piso, para recordar que en ese espacio se gestó la obra que hizo que la vida de mi esposa se prolongara. Solamente Dios sabe por cuánto tiempo. Mientras tanto nosotros no dejamos de agradecerle a quienes de una u otra forma han contribuido a ello; pero muy especialmente a Bethy Arvizu y a su esposo Ramón, ¡Que Dios lo tenga en la gloria!
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