Francisco Javier Nieves Aguilar
Consentido y muy arrogante, el joven hijo de un acaudalado empresario se mostraba sumamente preocupado.
Su padre lo invitó entonces a conversar en privado para ayudarlo a resolver sus problemas.
En esa conversación, franca y honesta, indagó y supo así que había aspectos de la vida de su hijo que no marchaban bien. Se sentía insatisfecho con sus relaciones amorosas, con tener todo el dinero del mundo y no ser feliz, y con no encontrarle sentido a la vida.
— Padre, no sé que hacer. Le doy vueltas a los problemas y no puedo resolverlos. Sé que tengo la dureza y el temple que heredé de ti, pero aún así, no consigo fortalecerme.
Y el padre le dijo:
— Querido hijo: La dureza no lo es todo. Imagina una gran placa de mármol, majestuosa, brillante; pero si la golpeas con una maza, se rompe en mil pedazos. Lo que importa en la vida, es ser fuerte. En cambio, el cuero es blando, y por más que lo golpees con fuerza, no se romperá. Entonces, prueba ser como el cuero: flexible y elástico ante los problemas, y verás como poco a poco, todo se solucionará.
El hijo, emocionado, le agradeció con un fuerte abrazo. El padre le dijo, susurrándole al oído:
— Y recuerda: Confía en el proceso de la vida.
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