Nuestra vida entera es una delgada capa de hielo bajo la cual yace un abismo cuya profundidad ni siquiera alcanzamos a dimensionar. Nuestro entorno está sembrado por millones de infiernos individuales disfrazados con el rostro de la ordinaria ligereza. El horror es nuestro siempre oculto compañero de viaje, pero hay temporadas como este enero en que le da por irrumpir a la superficie y manifestarse en plenitud.
Cuando conocí la desgracia del Colegio Americano imaginé a un adolescente atormentado por sus complejos, miedos e inseguridades. En mi mente dibujé una enfermedad mental o una depresión al límite, un auténtico punto de quiebre. Por un momento traté de dimensionar los últimos minutos de Federico Guevara habitado por sus demonios.
Traté de imaginar su noche anterior, sus horas de insomnio, su alucinante duermevela y el momento en que guardó la pistola en la mochila. Hace falta cruzar un umbral para materializar los deseos oscuros. Ahora sólo tengo preguntas. ¿Y si los disparos en el salón de clases fueron el resultado de un juego macabro? ¿Será verdad que Federico tenía al menos un par de cómplices? ¿Qué tanta gente conocía sus planes? ¿La policía estará dando un mínimo de seriedad a la Legión Holk? ¿Están echando a saco roto los avisos y amenazas de que esto volverá a ocurrir?
Sí, puede ser un jueguito de imbéciles tratando de hacerse los interesantes y ganar popularidad, pero yo no me lo tomaría tan a la ligera. Acaso estamos ante una forma de crimen que los adultos no alcanzamos a descifrar. El proceso epistemológico primario de esta generación nacida en el Siglo XXI nada tiene que ver con el nuestro. Me pregunto si los maestros y psicólogos alcanzan siquiera a aproximarse o si avanzan dando tumbos ciegos. Ya ni siquiera hablamos de narcocultura o pandillerismo barrial, sino del crimen lúdico, el asesinato como extensión del videojuego, la pistola 22 como un sustituto del control de XBOX.
Ante noticias así suelo tratar de reconstruir lo que pensaba el criminal. ¿Qué le susurraban al oído las voces de sus diablos mentales minutos antes de actuar? ¿Cuál fue el impulso que lo llevó a apretar el gatillo?
Hasta ahora la cobertura periodística me parece bastante pobre, muy lejos del centro neurálgico de esta tragedia y su posible réplica. Carajo, un Emmanuel Carrère que agarre el toro por los cuernos y escriba esta historia. Y es que cada nueva noticia bomba me hace ver con crudeza los nuevos y tristes tiempos del periodismo. La máxima prioridad de la inmensa mayoría de los medios fue conseguir el video y alimentar a la jauría del morbo con sangre adolescente.
¿A estas alturas a alguien le importa esa cosa llamada periodismo de profundidad? Eso no vende. Consigue o piratea el video al costo que sea y súbelo al portal de noticias, que el snuff es el mejor aliado para incrementar visitas. Tan náufragos los medios. Tan necesitados de popularidad y aceptación como los adolescentes.
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