Recientemente, en una de las universidades de mayor prestigio en Estados Unidos y en el mundo, se libra una discusión acerca de los problemas que subyacen a la pandemia y a la crisis sanitaria. Se trata de un fenómeno social que ha engendrado cierto resentimiento social. Un tópico que los expertos abordan, como es lógico, desde las ciencias sociales.
Pero es preciso hacer un análisis en el tiempo…
El hombre del siglo XXI se caracterizó por el dominio que ejerció sobre la naturaleza, la técnica y la ciencia. Atrás habíamos dejado, triunfantes, la época de las infecciones y las enfermedades de propagación por contacto; comenzábamos a luchar contra las afecciones crónico – degenerativas.
No obstante, es una infección (el virus del Sars CoV 2), la que exhibe nuestras debilidades de nueva cuenta; y nos hace reparar en lo vulnerables que seguimos siendo. Tanto, que nos ha cofinado a casi 70 días en nuestras casas.
Es éste enclaustramiento, lo que ha generado este recelo por tener contacto con los demás en la calle. Pues sabemos que hay muchas personas que pueden salir, ser portadoras y asintomáticas. De esta forma no son pocos quienes ven en cada persona a un enemigo en potencia. Alguien de quien debiésemos huir, ó, visceversa, que se tendrían que alejar de nosotros —distanciamiento social—.
Ahora que inicia la “nueva normalidad”, se rediseña una nueva sociedad. Es la sociedad del enemigo. Por lo que que tenemos que vivir cada vez más aislados, ermitaños, alejados de los demás. Es por esto que los académicos han comenzado una reflexión e investigación profundísima.
Una de ellas llevada en Harvard y reconocida por un famoso estudio de 78 años del Dr. Waldinger —Grant Study—, sugiere, contrario a lo que actualmente se pregona, que es el contacto y las relaciones sociales la que nos hace vivir más años y de manera más saludable.
En Alemania otro estudio arroja resultados a la inversa: que el confinamiento tiene injerencia sobre el casi 50% de la letalidad de personas que fueron diagnosticadas con el virus. De esta manera, el aislamiento se puede volver en un factor mucho más dramático que otras circunstancias sobre la salud. Y las sugerencias o recomendaciones de realizar actividades físicas en casa, no suplen la necesidad de contacot humano.
De lo anterior se desprenden tres elementos:
DESCONFIANZA: Existe cierta incertidumbre respecto al futuro. Lo vemos sin luz, oscuro y con miedo. Ya hogaño está afectando nuestro hábitos de sueño. No hay espacio para el descanso. Y es precisamente la ansiedad por desconocer lo que ocurrirá más adelante, que ha multiplicado las noches en vela de muchas personas a lo largo de esta cuarentena. Lo cual acarrea debilitamiento que nos merma fuerzas para afrontar lo que podría venir después.
CONFUSIÓN DE DATOS: La información es contradictoria. Lo cual trae consigo confusión. Como una presagio que hace eco del pasado, cuando los antiguos textos de la humanidad anunciaban que los peores castigos para el hombre es la incomprensión, la desorientación y el no enteder el momento determinado donde poder ir o esperar.
PROCRASTINACIÓN: Que quiere decir “no tener fuerzas para hacer las cosas”. No tener resultados durante las rutinas que solíamos llevar antes de la pandemia. Ahora pareciera que el tiempo no corre y se aletarga. Nos cuesta más sostener el día o terminarlo.
PONIÉNDOLO EN PERSPECTIVA:
La idea catastrofista que ya abordamos, se debe ponderar en su justa perspectiva. Pues recordemos que a principios del siglo pasado una persona de 14 años tuvo que haber pasado por la Primera Guerra Mundial. Cuatro años después, la Gripe Española, con 50 millones de muertos a nivel global. A los 29 años seguramente surió las consecuencias de la peor crisis económica, “La Gran Depresión”. Luego a los 45 se debió enterar de la Segunda Guerra Mundial, y en su madurez, en el año 63 “La Guerra Fría” o la “Crisis de Los Misiles”, dónde se esperaba que el mundo, quizás pudiera desaparecer.
CONCLUSIÓN:
Considero que es un momento extraordinario para reflexionar y sacar lo mejor de la crisis que vivimos:
- Búsqueda de la identidad: Conocernos a nosotros mismos. Procurar la humildad, reconociendo que somos vulnerables y aceptar que no somos dioses.
- Búsqueda de la felicidad: Entender que la felicidad es un estado que se abre con las puertas para afuera. Que aún detrás de un monitor podemos convivir con los demás. Y que es justo con los otros con quienes podemos atemperar la depresión.
Es momento de replantearnos muchos paradigmas de la vida.
¡Fuerza, el que resiste, vence!
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