Una mañana del mes de agosto – año del 83 – recibí una llamada de mi entonces patrón, don Jesús Avilés Palma. Debió haberse comunicado desde alguna ciudad fronteriza, según lo pude deducir. “Licenciado, nos vemos el martes; tenemos qué platicar, ¿Qué te parece si desayunamos juntos?”, me dijo.
El lunes por la noche entablamos comunicación nuevamente a través de la vía telefónica. Se encontraba descansando en su domicilio de la calle Aldama de Ahuacatlán. “Por ahí nos vemos. Llego como a las ocho de la mañana”, asentó, solo para confirmar el asunto del desayuno…”
Y efectivamente, don Chuy llegó al hotel 20 minutos antes de la hora programada. Yo revisaba algunas operaciones relacionadas con la administración del restaurante; y después de los saludos de rigor nos encaminamos hacia el comedor. Ambos pedimos jugo de naranja, aunque los platillos fueron diferentes. Don Jesús desayunó chilaquiles con frijoles refritos; yo me zampé un hígado encebollado. Leche y camote enmielado para los dos.
El patrón estaba de buenas; cualquier cosa lo tomaba a gracia; y en tanto degustábamos el almuerzo lo puse al tanto de la situación financiera general del hotel; esto es hablando de los ingresos y egresos por concepto de hospedaje; así como de las ganancias obtenidas a través del restaurante y del bar. No andábamos nada mal. El balance en realidad era más que positivo. La cuenta bancaria que se abrió a mi nombre era bastante abultada.
Sin embargo, a don Jesús eso parecía no importarle tanto. Por lo que podía captar, lo que a él le interesaba eran sus otros negocios; y, una vez que hubimos desayunado, señaló: “Oye, búscate una casa aquí en Tepic y cómprate un carro. Toma el dinero que necesites”.
En realidad, creo que hubiera podido adquirir alguna casa y un auto sin que se haya dado cuenta; porque – insisto – sus intereses no estaban centrados en las ganancias del hotel, sino en otros asuntos. No obstante y a pesar de contar con su autorización, jamás dispuse de un solo peso que no haya obtenido con el producto de mi trabajo.
[pullquote]Sus intereses no eran las ganancias del hotel, sino otros asuntos[/pullquote]
Un mes antes, don Jesús me habló de otros proyectos que servirían para ampliar los servicios del hotel. “Voy a poner una “Disco” y también vamos a abrir otro changarrito para vender pollo asado”, anotó.
Las “discoteques” estaban de moda en aquel entonces. La idea de instalar un centro de diversión como esos me parece que se la proporcionó una familia de apellido Valencia.
De ésta forma nació la “Discoteque Volare”. Era una discoquete privada; solo tenían acceso a ella los que contaban con membresía, en su mayoría juniors, gente adinerada, ricachones. Para su funcionamiento se invirtió una gran cantidad de dinero; sin embargo, ese “negocio” fracasó rotundamente.
El bar del hotel, sin embargo, siempre contó con una regular clientela. Por ahí conocí a los “Hermanos Álvarez”- muy buenos músicos por cierto -. Paco, el menor de ellos, gustaba mucho de la chirigota y tenía una voz privilegiada. Por sus venas corría sangre bohemia.
También entablé amistad con “Poly”, quien se hizo famoso como primera voz del grupo “Vaqueros”. En ese entonces el buen Poly conformó un cuarteto al que bautizó como “Sound Machine”. Estos tenían contrato exclusivo con el Hotel, al igual que los Hermanos Álvarez, Paloma Quintero y algunos otros cantantes que luego se lanzarían a la fama, aquí en Nayarit.
Con don Mario Sánchez – el controvertido y ex tinto dueño del Motel La Loma también sostuve alguna relación con él en mi calidad de Gerente del Hotel Corita. A mí me gustaban mucho sus charlas; siempre directo; no se andaba por las ramas al señalar tal o cual cosa.
En alguna ocasión me entrevisté en el lobby del hotel ni más ni menos que con Irma Serrano, mujer de mucho mundo. Había llegado a Tepic haciendo escala pues su destino era Puerto Vallarta según me lo confesó ella misma.
La suite 108 – la mejor del hotel – le sirvió de alojamiento. La acompañaban dos tipos, un joven y un adulto; pero su estancia en este lugar solo se redujo a unas cuantas horas.
Ahí mismo conocí a dos hijos de Don Candelario Miramontes, aquel que fuera gobernador de Nayarit… solo que de eso y otras cosas hablaremos en la próxima ocasión, ¡Sale pues!
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