Cinthia era una linda niña de cinco años de ojos relucientes. Un día, mientras que su mamá visitaba una tienda, la pequeña vio un collar de perlas de plástico que costaba 40 pesos. ¡Cuánto deseó poseerlo! Entonces preguntó a su mamá si podía comprárselo. Su mamá le dijo:
– Hagamos un trato, yo te compraré el collar y cuando lleguemos a casa haremos una lista de tareas que podrás realizar para pagar el collar. Y no te olvides que para tu cumpleaños es muy posible que tu abuelita te regale un dólar, ¿está bien?
Cinthia estuvo de acuerdo y su mamá compró el collar de perlas. Trabajó con tesón todos los días para cumplir con sus tareas y, tal como su mamá le mencionara, su abuelita le regaló un dólar para su cumpleaños.
En poco tiempo Cinthia canceló su deuda. Amaba sus perlas, las llevaba puestas a todas partes. El único momento que no las usaba era cuando se bañaba. Su mamá le había dicho que las perlas con el agua le pintarían el cuello de verde. La pequeña tenía un padre que la quería muchísimo. Y cuando se iba a su cama, él se levantaba de su sillón para leerle su cuento preferido.
Una noche, cuando terminó el cuento, le dijo:
– Cinthia, ¿me quieres? –
– Oh sí papá, tú sabes que te quiero!
– Entonces, regálame tus perlas”.
– Oh, papá!, mis perlas no! -, dijo Cinthia -; pero te doy a Conchita, mi muñeca favorita. ¿La recuerdas? Tú me la regalaste el año pasado para mi cumpleaños. Y te doy su ajuar también, ¿está bien papá?
– ¡Oh no hijita!, no importa.
Una semana después, nuevamente su papá le preguntó al terminar el cuento:
– Cinthia, tú me quieres?
– Oh sí papá, tú sabes que te quiero!
– Regálame tus perlas.
– Oh, papá!; ¡mis perlas no!; pero te doy a Bronco, mi caballo de juguete, ¿lo recuerdas? Es mi favorito, su pelo es tan suave y tú puedes jugar con él y hacerle trencitas. Tu puedes tenerlo si quieres papá.
– Oh no hijita -, le dijo su papá dándole un beso en la mejilla -; Dios te bendiga, felices sueños.
Algunos días después, cuando el papá de Cinthia entró a su dormitorio para leerle un cuento, la niña estaba sentada en su cama y le temblaban los labios:
– Toma papá – dijo -, y estiró su mano.
La abrió y en su interior estaba su tan querido collar, el cual entregó a su padre. Con una mano, el señor tomó las perlas de plástico y con la otra extrajo de su bolsillo una cajita de terciopelo azul.
Dentro de la cajita había unas hermosas Perlas genuinas. Su papá las había tenido todo este tiempo, esperando que Cinthia renunciara a la baratija para poder darle la pieza de valor.
¡Y así es también con nuestro Padre Celestial! Él está esperando que renunciemos a las cosas sin valor en nuestras vidas para darnos preciosos tesoros.
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