Francisco Javier Nieves Aguilar
Jueves 18 de febrero; cinco de la mañana. A esa hora inició uno de los sueños que más había anhelado en la vida: Conocer Cuba. Vivir, sentir, palpar, experimentar, indagar… saber de buena tinta pros y contras, contras y pros de su sistema de gobierno.
Nunca hubiese podido reunir el dinero suficiente para encarar los gastos de un viaje como éste; pero gracias a mi patrón logré cristalizar este sueño… un sueño hermoso, de muchas emociones, mundologías, etc., etc., etc…; y que don Edgar me perdone pero, hoy refrendo mi admiración por ese gran país caribeño. Mis respetos y mi reconocimiento a quienes habitan allá en Cuba.
“¿Tienes todo listo? – me habría dicho mi patrón dos días antes–; solo lleva tres mudas de ropa y los artículos para tu aseo personal. Vamos a llevar algunos regalos y ocupamos espacio en el equipaje”.
El miércoles por la noche me acosté con un sinfín de dudas, temores, inquietudes; y la primera pregunta que me hacía a mí mismo era: “¿No me estará “cuenteando” Don Edgar?
Pero no, a la hora convenida nos compilamos en la autopista Tepic-Guadalajara, a la altura del crucero de Jala, con Martha al volante… La música de tambora, tango y mariachi hicieron más “ligero” nuestro traslado a la capital tapatía…
… Luego de algunas diligencias abordamos el Boeing 717 de Mexicana de Aviación, con destino a la capital de la república; once de la mañana para ser exactos.
Una hora después, la sobrecargo anunció el aterrizaje… Descendimos, acudimos enseguida a las oficinas de migración para de ahí encaminarnos a la sala de abordaje…
Por ahí nos encontramos con un grupo de legisladores mexicanos que acudirían a la Habana para asistir a la XI Reunión Interparlamentaria Cuba-México, contándose entre ellos al ex jefe del gobierno del Distrito Federal y al Senador por Nayarit, Francisco Javier Castellón Fonseca… “Hazte pa´cá y cuida bien tu cartera, no se te vaya a perder algo”, me dijo Don Edgar al avistar a los parlamentarios….No se si lo dijo en broma o en serio. Con ellos y con otros senadores y diputados compartimos el viaje a Cuba, pero después ya no los volvimos a ver.
A mi me dieron el asiento 23-C, al lado de un chino y al parecer de un alemán… Las condiciones climatológicas no eran las propicias. La turbulencia hacía que el vuelo 321 de Mexicana de Aviación se estremeciera constantemente. Sentía la misma sensación –valga la redundancia—de los bamboleos que se perciben en la rueda de la fortuna. En fin.
A eso de las cinco de la tarde pisamos Cuba y así empezó a cumplirse un sueño que solo existía en mi imaginación… Una experiencia inolvidable que jamás podré borrar de mi memoria; seguro estoy…
En la edición de mañana narraré parte de mi estancia en La Habana, Cuba, en una especie de crónica que quisiera compartir con ustedes, ¿Sale?
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